Si
nos remontamos a la prehistoria, nuestros antepasados para exteriorizar lo que
sentían, veían y hacían, mucho antes de que conocieran el lenguaje verbal y
escrito. Expresaron sus reflexiones emocionales más básicas, representando las
necesidades y costumbres más cotidianas, a través del lenguaje pictórico.
Utilizando como soporte gráfico, superficies de origen natural. Las escenas más
representativas que nos han dejado, han sido las pinturas rupestres, que a
través de los siglos se han mantenido plasmadas sobre las paredes y techos de
las cuevas que habitaban. Hoy en día reconocidas en el Patrimonio Mundial de la
Humanidad, por su incalculable valor y belleza artística.
Pintura rupestre, realizada por nuestros
antepasados.
En
nuestra época actual y reflexionando en alguna que otra situación artística
similar, si no por las mismas necesidades, tal vez por la naturalidad expresiva
y proximidad. Podemos pensar en los niños/as cuando durante su infancia,
expresan sus emociones mediante dibujos y pinturas, que llevan a cabo con la
herramienta más natural, sus manos, dedos incluso pies. Al igual que si fuera
un juego, a una temprana edad comienzan a manifestar sus estados emocionales hacia
el exterior. Mediante formas imaginarias envueltas en la abstracción y el
color, para mostrar como perciben todo aquello que les rodea, personas,
animales, naturaleza, objetos etc. No tienen perjuicios y ataduras imaginarias
y es por ello que utilizan como soporte expresivo, cualquier superficie que les
permita dibujar o pintar: papel, cartón, mesas, puertas, paredes, suelos etc.
Una necesidad natural de conexión y comunicación con todo aquello, que ven y
sienten, según el estado emocional de: felicidad, tristeza, tranquilidad,
aceptación, irritación etc. En muchas ocasiones ni tan siquiera necesitan
trazos que identifiquen formas, porque el color es más que suficiente, para
plasmar el estado de entusiasmo.
La semejanza
de expresión emocional, heredada de nuestros antepasados, con las formas de
representaciones en la infancia. En la actualidad siguen siendo un medio y una
necesidad interior y ancestral del ser humano. Es evidente que a lo largo de
los tiempos ha evolucionado, pero no ha cambiado la magia expresiva, que nada
más se consigue con esa carga sensitiva única, que nos es conferida a los seres
humanos cuando nacemos.
Con
esto quiero justificar, simplemente, que el origen de pintar es algo emocional
y genético. Claro cómo no, también es verdad que la técnica y la destreza se
pueden conseguir y mejorar con los aprendizajes académicos. Pero el entusiasmo,
la creativa, la inspiración, la genialidad y la singularidad expresiva, es algo
que florece en ese espacio invisible del alma, donde se desarrollan las
emociones. Haciendo posible que esa magia, convierta a muchas personas, en
seres únicos e irrepetibles. Permitiéndoles caminar y ver, entre lo visible y
lo invisible. Ofreciéndoles la oportunidad de crecer como personas genuinas e
irrepetibles. Dotadas de una sensibilidad muy especial, que les permite: ver,
apreciar, sentir y amar, todo aquello que les envuelve y acompaña a lo largo de
la vida, de una forma extraordinariamente sublime y única.
Pintura con ceras, realizada por Eulogio (8
años)
En
mis obras intento extraer mis emociones, con la fuerza y el sentimiento más
puro y profundo, que a lo largo de mi existencia se ha ido formando en mi
interior. Todas ellas son la consecuencia de vivencias positivas y negativas.
Todas ellas aceptadas y tratadas desde la reflexión, la humildad, la tolerancia,
el sentido común y la felicidad.
Igual
que el tiempo y el sol, poco a poco, van madurando las uvas de grandes viñedos,
para más tarde ofrecernos la riqueza de sus frutos. Mis emociones también
fueron madurando con el tiempo, para dejarme: percibir, pensar y apreciar el
pulso de la vida desde otro ángulo y de una forma muy especial.